El Dios del Cacao
La Historia del chocolate comienza con los primeros homínidos de las zonas templadas de América que comían la fruta dulce y cremosa que ofrecían las vainas o habas del cacao.
Los árboles de cacao crecían en las selvas húmedas de mesoamérica y servían de alimento, especialmente la pulpa blanquecina dúlce, que llamamos mucílago, cuyas semillas, ligeramente amargas, no se consumían.
Ese cacao era el originario, el más puro y aromático que hoy conocemos, al que llamamos criollo o antiguo.
Aquellos primeros pobladores del continente disfrutaban del mejor manjar posible.
La arqueología nos habla del origen del chocolate y nos demuestra que hace 3750 años en México ya se consumían los granos de cacao (xocoatl).
Sabemos también que los habitantes prehispánicos, mayas y aztecas, en Mesoamérica lo utilizaban como moneda de cambio y los almacenes reales mayas estaban repletos de esta semilla.
Solo las élites lo consumían y por ello era considerado el alimento de los dioses. Su consumo estaba prohibido para las clases pobres.
La fabricación del chocolate se hacía como bebida ritual de poderes mágicos (mezclado con especias y chile) en ceremonias “religiosas” o como alimento líquido, frio y espumoso, para la potente aristocracia al que se atribuían propiedades energéticas y saludables, algo que hoy la ciencia demuestra como cierto.
Por este motivo, el cacao era un bien a mantener y ha llegado hasta nuestros dias.
Los mayas, toltecas y aztecas incorporaron el cacao a su mitología. Existía un dios del cacao Ek Chuah y el mito de la creación incluía un árbol de cacao.
Cuando la planta se catalogó por los botánicos europeos se hizo con un nombre revelador Theobroma cacao, alimento de los dioses según Linneo.